domingo, 17 de febrero de 2008

Bella, ciudad...

Hagamos una pausa, un aro, después de todo, siempre unas vacaciones son necesarias.
Para eso Huxley inventó el Soma (aparte de un bravo mundo nuevo en el cual justificar su uso despenalizado).

Después de nada, es posible iluminarse.

Imaginar.

Te imagino saboreando este trozo de papel, tendida sobre tu costado izquierdo, desnuda -como es habitual que te encuentres en mi imaginación, que solo te viste para traer de vuelta algún tierno recuerdo fugitivo o para volver a desvestirte- sobre las sábanas, cuan larga geografía litoral –exuberante -e inextricable-abrupta-e-implacable-húmeda-e-inexplicable-, mis dedos (imaginariamente) se deslizan tamborileando negras danzas ancestrales sobre tu costado, desde tu espalda insólita y sinuosa (deslizándome suavemente por cada intersticio intercostillaseo como en procesión devota que sube-y-baja, vertiginosa y cadente de ola en ola (como barquichuelo que pasea su santo por la bahía patrimonial)), -temerarios- hacia tu vientre -cual vapor que se condensa en alegres gotas inesperadas, que sorprendidas caen por la gravedad de su líquida conciencia-, me descuelgo por tus gargantas, hacia tu cause sempiterno -cuna de todo los futuros y presente ardiente de todos los placeres-, en un espasmo eléctrico que recorre tus linderos, cerros y grutas, atravesando tu esqueleto desde su base, acompañado por la melodía de un hondo y significativo suspiro de invitación... Me detengo en tu seno, rogando que la tormenta y la lluvia me concedan una tregua (mientras separo con mis manos lentamente tus muslos de marfil, respiro lenta y profundamente observando como tu cuello y cabeza caen en abandono arqueando tu espalda, que sujeto firmemente con mi siniestra, mientras con la otra te apuñalo suave y tiernamente entre las piernas), y comienzo a pensar en que no hay nada mas exquisito que paladear pausadamente cada gota que en mi boca cae, de tu néctar dulce y embriagador, de tu aroma penetrante y marino -recuerdo lo grato de una sustancia de calidad que por tan solo el olor que despide puede uno imaginar sus efectos-, que trae hasta mis sentidos pequeños extractos de la esencia de cada uno de tus rincones, obnubilando momentáneamente mi razón con imágenes y sensaciones -que rehúsan a ser sometidas por la palabra- y vuelvo a repasar con mis sentidos –como un lobo que saborea la noche con su hocico- cada rincón de tu fisonomía como un grato licor (tu profundidad, tu cuerpo y su olor, su color en la penumbra, textura, sensibilidad o indiferencia, peligrosidad y temperatura), calladamente bebo de tu húmeda boca -donde flotan mansamente las palabras cargadas de aromas frutales- , contemplándote, como desde una altura inconmensurable, hacia mi interior.

Te imagino imaginada brillante alegre e inmaculada, con tus alocados cabellos sueltos y desperdigados sobre tus festivas líneas quebradas, engalanada de luz en cada curva pronunciada por el silencio de mi deseo, encabritada por el calor de los fuegos de artificio que nos consumen con sus atronadores bramidos (Mis fauces se posan sobre tus labios y mi respiración enérgica y pausada, fuerza la tuya a un mismo ritmo, una misma exhalación, compartiendo un mismo aire. Luego de una primera resistencia, respiramos juntos, como un mismo par de pulmones en un mismo cuerpo, en eterno suspiro y desesperación, fluctuando como marea oceánica eterna y silenciosa -nos falta oxigeno, nos sobra apetito), mientras tus pechos llenos de miel señalan el negro velo de tu lecho con sus reflejos titilantes y su acogedora belleza (nos agitamos cada vez más desesperados por aquella comunión fatídica de un mismo oxigeno), tu paisaje es un paraíso en el que la vida pregunta por tus frutos, en el que la sangre alcanza solo para una vida (mientras sigo horadando desesperadamente tus entrañas y misterios, mientras sigues enredada succionando cada centímetro de mi ser que desemboca en lo más recóndito de tu laberíntica oscuridad húmeda y ansiosa), peldaño a peldaño intentas tocar el cielo. Entonces, desde lo profundo de ti brota un rumor, un temblor, un clamor de mil voces, el rugir de tu secreto placer aprisionado que rompe su cadena y cual estampida se libera hacia cada uno de tus átomos y tupielserizaytucuerposecontraecompletamenteytusojosseextravíanytuvozsequiebraymialma selevacayendohaciatuinfinitoycalidointerior y entonces, entonces, solo e N t O n C e S... ya no te imagino. Porque soy en ti, eres parte de mi, soy parte de ti, porque, p o r q u e p a i s a j e m o m e n t o y e x i s t e n c i a son sólo una cosa y emerges completa dentro de mi, Erguida Orgullosa y Magnifica, tal como te conozco, tal como te anhelo y te sueño.

Intento tomar tiempo, para recorrerte, completa.