viernes, 30 de noviembre de 2007

Round Midnight









Tendemos a reflejar las cosas que nos impregnan, eso es todo. Emanamos nuestra historia.

Si es amor u odio; indignación o complacencia; rabia o deseo; Ideas, Sueños, Delirios, Esperanzas, Frustraciones, etc; tiendes a contagiarte y transmitir esas enfermedades a las cuales te has expuesto.

A medida que se envejece, el rostro y el cuerpo, el lenguaje y los gestos; transmiten esas penas y alegrías que has vivido. Es la novela misma en la cual tu historia se cuenta.

Si tienes 20 puedes proyectar (más no planificar) que es lo que deseas que tu cuerpo diga en 20 años más.

Las figuras que tus palabras insinuarán al dejar de resonar.

Las siluetas de nuestro pasado pasean entre las silabas que pronunciamos.

Tu cuerpo es el campo donde miles de batallas se han librado. No hablará acaso de Victorias y Fracasos. De tristezas y llanto. De placer y de saltos. Alegrías, cantos.

Aquí me encuentro en un futuro incierto, un poco más encorvado. Olvidando que escribí alguna vez esto. Escribiéndote aún sin verte. Recordándote. Conociéndote igual sin conocerte. Mi rostro habla por mí. Mis letras hablan por todos los que he leído.

Si es que tengo suerte, mi cuerpo seguirá hablándote como te habla, con estas rugosas líneas que encuentro, y que me encuentran, en el claro de mi espíritu.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Sino está por escrito...


De existir un infierno, debe estar a cargo de una legión de burócratas mal pagados. Maldito Kafka que inventó los Procesos, sabio eso sí

Como se mantendrían los socialismos imaginarios

Como se mantendría al populacho lejos de los beneficios del Neoliberalismo-social de Mercado; si no fuera por ellos.

Pocos homenajes se les rinden a sus oscuros representantes.

Terry Gilian lo hizo a su manera con Brazil en cualquier caso: el mejor final, burócratas haciéndose cargo de un par “díscolo” (y el burócrata se evade refugiándose en un tecnicismo mental (lo máximo)). Grises funcionarios persiguiendo sujetos o pensamientos, aquí o allá, DISTOPÍA encarnizada de mentes enfermas que deforman la realidad, presentándonos desfigurados espejos en los cuales contemplarnos, descentrarnos.

Yo, sigo en todo caso pensando en homenajes a funcionarios grises con nombre, y apellidos, no sublimados. No entre esos grandes mecanismos y funcionamientos, no.

Sino que, en las pequeñas fugas, renuncias, dejos, olvidos, indolencias. En las pequeñas e incontables promesas no cumplidas. En los “voy y vuelvo” institucionales. En las “puras puntitas” provisionales. En el “último vaso y me voy” del aprovechamiento.

Podría aventurarse la caída de Roma o la desaparición de la civilización Maya a cuenta de estos innumerables funcionarios disconformes, por lo poco que su trabajo se valora.

Aún cuando, se sabe, los panales poseen sus zánganos de acuerdo la conocida función social de gigoló (de la autoridad femenina); parece ser que no hay sociedad humana que haya intentado fundar su torre de Babel, sin funcionarios. Serían a la postre, más importantes que la clase sacerdotal (encargada, entre otras cosas, de calmar la sed de justicia terrenal, en sus diversas manifestaciones) o que los Jueces o el famoso y desconocido Legislador, encargado de hacer las leyes por las cuales la clase privilegiada (sacerdotal, funcionaria y/u otra) mantiene sus privilegios.

Todas las clases poseen algún tipo de “funcionario” que tramita, detiene, deja de hacer o se olvida de firmar algo; o que se opone o favorece la aprobación estotro; que entrega o no el beneficio…

En fin, sea este un homenaje incompleto y de corto trámite (o sea mediocre) a la parte de mí que es burócrata (y la "parte aquella" de todos mis colegas), a la que a través de estas líneas se le ha cursado formalmente la mentada, celebración.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Malditas Costumbres


Reemplazar una desagradable costumbre por otra es aparentemente la solución. Eso es al menos lo que no se cansan de repetirme. Por ejemplo, reemplazar el poco agradable hábito del adicto, por el poco agradable hábito de abstinente. Solución que ,sobre valorada, concentra su prestigio en ese atavismo judeo-cristiano de la prohibición. La fruta prohibida (o podrida), el deseo, la tentación. Conceptos familiares y vecinos al castigo, la pérdida y el dolor. El Cuco.

Hace poco he dejado un nada despreciable habito/adicción. La desagradable costumbre dejó un vacío, lleno de un sediento deseo/ansiedad por esta sustancia X. Poco estética por lo demás, me ha mostrado el lado más patético de mi ser: un mí mismo consumiendo ávido, cantidades indeterminadas de chocolate; musitando a media voz encantos y mantras; ejecutando minuciosos autoengaños y desplegando oficiosas disculpas; alzando los brazos al cielo moviéndolos como aspas en forma compulsa (con el horroroso fin de justificarme, moderar las voluptuosas ganas de gozar el mentado y ahora autoprohibido placer); ejecutando proesas físicas (como mantenerme en un pie sobre una rama de bambú); o bebiendo poco decorosas cantidades de liquido mineral.

Con vergüenza confieso, en busca de alguna indulgencia, que en idílicos paisajes, en las más románticas situaciones, acuden a mi ardiente imaginación, imágenes de ese maldito goce; mea culpa.

Ese condenado pucho, que ahora deja un espacio hueco en mi conciencia, en mis nervios opera en forma de tic, cojera, espasmo cervical, contracción involuntaria de la sinapsis; como engranaje desdentado de la rueda del circuito de recompensa. Rechinando.

Nuevas abstinencias irán, aparentemente, poblando mi existencia, cosa no nueva ya que desde hace algunas decisiones que la tendencia comienza a manifestarse. Nuevos vicios vendrán diligentes a tomar el espacio vacío dejado por esta poco elegante "manía", lo sé.

Maldita costumbre reemplazando otra maldita costumbre. La vieja historia de la granja y la rebelión: el granjero reemplazado por los chanchos (muchos ejemplos vienen a mi cabeza -en uno de ellos estoy yo mismo fumando con Orwell, en otro alguien me pide que me calle!-)…

En todo caso y en último término, me quedan algunos vicios de los buenos, a los cuales no pienso renunciar.

Ni pensar en dejar esta maldita costumbre…