jueves, 27 de julio de 2006

Otra vez el Silencio

Hay palabras que nos quedan rondando en la comisura del hipotálamo, que nos susurran hormonas en el torrente eidético del aenima; ideas que nos acompañan de forma sutil y casi etérea en el cálculo que realiza el riñón de la consciencia, a través de la palabra catch-hada por la mente. A lo que me refiero en concreto, es que a muchos de nosotros en mitad de la noche, algo nos despierta; algo que no es la auto-consciencia de la conciencia, que no es el rumor del ser masticándose infinitamente a sí mismo en la eterna persecución de su reflejo, en las aguas del lenguaje, nop.

De vez en cuando, logramos en la mitad de la noche sentir, casi tocar, eso que nos es ajeno, y que no es la otredad, que no es la idea platónica; más bien, es eso que subyace tras el silencio, quizá nosotros mismos.

Ese es uno de los asuntos que en la mitad de la noche, sutilmente toca mi hombro, me rodea, o más bien me invita a sumergirme. Y es cuando tiendo a darme cuenta de lo separados que, como sujetos, estamos del resto de los otros, de esos que no somos yo, o del yo en cuanto a ser dis-tintos de lo(s) otro(s).

De vez en cuando, en estos casuales pseudo encuentros con el mí mismo; recuerdo, entre muchas otras cosas, un terrible sueño que tuve cuando doliente y adolorido adolescente estuve.

Sombría galería recorría, herrumbrosa, gris y opresiva, que terminaba en una escalera descendente, inexorable, de ladrillo en ladrillo, de gris a ciego; hacia la profunda garganta de una más oscura gallería, de una mazmorra de tripas negras y oprimentes. En este desesperado lugar, encontraba a tientas una herrumbrosa puerta que con el chillido de sus goznes daba paso a la ausencia total, fría y completa de luz; en la que me hundía cual puñal que ávido de conocimiento se encaja en el núcleo palpitante de la duda.

En esta completa y profunda pregunta, que me envolvía cual viscoso líquido; y luego de un largo intervalo de ceguera, mis ojos lentamente comenzaban a acostumbrarse a las tinieblas, para pasar a divisar tímidas sombras que lentamente me cercaban.

En esta operación meticulosa estaban mis ojos cuando, paulatinamente, las siluetas comenzaron a transformarse en rostros, que curiosamente me examinaban tomando forma en incontables cabezas que, cada vez más cerca, susurrábanme con una voz conocida. En ese momento, una fría sensación, recorrió mi espinazo y de pronto, reconocí las formas de cada cara, que se multiplicaban hasta el infinito. Mi propio rostro. Al darme cuenta un grito de espanto rasgó la oscuridad iluminando con el mismo grito todos los demás rostros que en ese inconmensurable espacio se encontraban. Mi reflejo aterrado reflejado en mil rostros se fractalizaba en un quebrado grito de espanto.

Desde su más recóndita profundidad, mi ser se estranguló. El sudor helado se confundió, con las frías sabanas que en mi fría cama, me cubrían hasta el cuello.

Desperté dos veces.

Muchas veces cuando escucho el silencio, o siento como me observa detrás de las personas o los objetos, diviso el recuerdo de los reflejos de esa noche. Me recuerdo repetido hasta lo incontable, me recuerdo aterrado por mi mismo.

Es probable que el silencio nos espere, aceche el momento en el cual avalanzarse sobre nuestra irremediable soledad. De aquella que escapamos a través del otro. Para develarnos aquellas cosas que en general no nos atrevemos a escuchar; para oír nuestro grito sin que nadie nos escuche; para entender de nosotros lo que más nadie comprende. A veces me pregunto cuantos más conocen este silencio que nos acompaña, que nos envuelve y nos separa, que nos impulsa hacia la necesidad de otro, siempre otro, que nos escuche y que al hacerlo, nos salve del silencio. De nosotros mismos.

martes, 11 de julio de 2006

La Democracia Imaginaria


Cuando uno se pone a pensar en esto de tener un ESPACIO VIRTUAL, le vienen ideas delirantes, como cultivar árboles que no dan sombra, fundar industrias que no explotan ni dan trabajo, casas sin hijos ni perros (pa eso están los moteles), poesía de moscas y ratas, tomates suicidas que se arrojan a fuentes llenas de lechuga (que obviamente luego se derrumban en frente de todos los demás vegetales virtuales que asombrados ven gente llover y no estabas tú).

Es un asunto arduo y enigmático esto de escribir sin saber si alguien llegará a leer lo que escribes, como un mensaje en una botella, como un documento de texto en un espacio virtual, como un libro de kafka que debió ser quemado, pero que cambio mi forma de leer. La forma de leer de la gente virtual que existe en otra dimensión del tiempo y el espacio debe ser nueva, para ser virtual, como la forma de leer los negocios, que tuvo Colón, al viajar a Valparaíso para tener una calle con su nombre, por ejemplo.

Pero bueno me estoy desviando de lo medular, lo virtual es de por si algo que como adjetivo tiene la virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, y que frecuentemente se encuentra en oposición a lo efectivo o real, o sea que a la vez pudiese ser lo imaginario. Por esto es que creo atingente contingente y necesario decir que... ¡por fin ha llegado el tiempo del hombre imaginario y de las imaginarias reivindicaciones de sus imaginarios derechos, en el imaginario espacio virtual!. LA DEMOCRACIA IMAGINARIA.

Pero para que hablar con estas escualidas palabras si podemos beber de la fuente…


EL HOMBRE IMAGINARIO

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios

a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios

irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios

en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias

y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario

circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camin
o imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.


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