Acostumbrados
a deambular por las noches,
golpeando nuestra voz contra las viejas paredes,
forzándola a descender por nudosas escaleras,
a izarse por peligrosos balcones.
(acostumbrados al silencio del eco
que nos enfrenta a la soledad,
ese sombrío espejo que nos confronta)
golpeando nuestra voz contra las viejas paredes,
forzándola a descender por nudosas escaleras,
a izarse por peligrosos balcones.
(acostumbrados al silencio del eco
que nos enfrenta a la soledad,
ese sombrío espejo que nos confronta)
Ejercitándonos en la costumbre de no detenerse ni recalar,
de escalar hacia la noche con desnudas manos,
en esperar lo que aguarda tras oscuros callejones,
en perseguir nuestra sombra,
para ver hacia donde nos lleva.
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